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El Pato Donald y la discapacidad

14 de junio de 2019

Es una de las superestrellas de Disney, con más películas incluso que Mickey Mouse, y estos días está celebrando su 85 aniversario. Hablamos del Pato Donald, quién saltó de la tira de cómic en papel a la gran pantalla en 1934 con La gallinita sabia. Ese mismo pato al que el músico Sisa invitó a su casa junto a otros amigos animados en la canción Cualquier noche puede salir el sol.

Recordamos a esta ave animada como a un personaje simpático y gracioso, un buen tipo, un trozo de pan, eterno “perdedor” y enamoradizo que a todos nos ha conmovido y que ha formado parte de nuestras vidas desde el blanco y negro hasta el color. Pues este animalito de ficción todavía tiene mucho que enseñarnos para encarar nuestra realidad.

Si pensamos con algo más de profundidad en el Pato Donald, no deja de ser un personaje diferente, que habla raro y que no se le entiende, es daltónico, tiene los pies planos y sufre cambios de humor y rabietas constantes… Es decir, en nuestro entorno cotidiano de carne y hueso, no dejaría de ser una persona de difícil encaje con una o varias discapacidades y que, ciertamente, podría sufrir discriminación.

Aun así, como Donald nos ha conmovido desde niños, solo nos quedamos con aquello bueno y positivo y no con aquello negativo de este personaje de cómic. Tampoco es azaroso que este palmípedo con corazón de oro esté rodeado de buenos amigos y de una familia que lo quiere.

Todo esto nos lleva a pensar que esta es la actitud que deberíamos tener para que no hubiese la discriminación que nos encontramos hoy en día en nuestra sociedad frente a la diferencia y la discapacidad. Deberíamos quedarnos con las cosas positivas y mantener la actitud abierta de los niños: mirar a las personas en relación a lo que pueden hacer y no por aquello que no pueden hacer. Seguro que esta actitud de niño todavía está en nuestro interior.

No ha perdido vigencia su relato, un relato que habla de la discapacidad desde un punto de vista diferente. No la visualizamos, ya que únicamente vemos la parte del Pato Donald que lo hace entrañable, aquella que nos transmite su naturaleza bondadosa. Vemos su fondo y no tenemos en cuenta los atributos más evidentes y superficiales. Quizás también sería una buena manera de tratarnos cuando nos relacionarnos entre personas.

Nos tenemos que quedar con la parte de la discapacidad que no tiene que ver con limitaciones, sino con las capacidades: todo aquello que nos puede aportar, que puede construir y tiene mucho que decir y enseñarnos. Gracias Pato Donald y… felicidades!

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